
En el barrio de San Sebastián, existía una famosa dulcera llamada Marcelina, cuarentona, y conocida como zamba frescota, que se ubicaba al costado izquierdo de la iglesia, en el mercado de abastos. Se le veía todos los días a eso de las dos de la tarde en un sillón alto con un enorme y reluciente perol a cada lado y rodeada por personas de toda condición. Marcelina ofrecía diversas mazamorras como las 'de leche' con yemas y vino, la 'morada', la 'de pan de Guatemala' y la 'de cochino'. Tanta era la acogida de los postres que antes de las cuatro de la tarde, Marcelina se quedaba sin nada.
La presencia de estos personajes en Lima fue tal que a modo de ilustración leamos una cita sobre el transcurrir de los dulceros limeños a lo largo del día, que además nos ayudaba a saber la hora pues su llegada a la ciudad era exacta:
''Las mulatas de los conventos pasaban todos los días a las once de la mañana vendiendo ranfañote, cocada, bocado de rey, chancaquita de cancha y de maní y frejoles colados. A la una de la tarde salían la arrocera y el alfajorero. A las dos, la picaronera y el humitero; a las tres, el melcochero y la turronera; a las cuatro, el vendedor de piñita de nuez; a las seis, el galletero; finalmente, a las siete de la noche el caramelero y la vendedora de mazamorra.''
Bibliografía empleada:
OLIVAS, Rosario. Los pregones de los vendedores ambulantes en La cocina cotidiana y festiva de los limeños en el siglo XIX. Lima: Universidad de San Martín de Porres. Escuela Profesional de Turimos y Hotelería, 1999, pp 91 - 106.