Durante los primeros años de la República, los lugares de sociabilidad de la mujer abarcaban diversos espacios, entre alamedas, baños, bailes y otros. Si bien es cierto que muchas de sus salidas eran mal vistas, no reparaban en ello y frecuentaban los principales espacios sociales, incluso a altas horas de la noche totalmente solas. Es así, que a diferencia de los hombres, que frecuentaban lugares determinados (cafés, casa de juegos, casa de amigos...). Las mujeres podían aparecer en cualquier escenario.
La vida de la mujer en estos primeros años fue totalmente activa, pues participaba constantemente de debates políticos y era anfitriona de reuniones, tanto de liberales como de conservadores, en plena presencia, primero, de San Martín y luego de Simor Bolívar. Incluso Rosa Campusano, una anfitriona muy conocida de aquellos años, albergó a José de San Martín en su casa y se decía que era amante de éste -como en todos los tiempos, ¿no creen?-. Pero, las mujeres no sólo organizaban reuniones políticas, sino que dedicaban mucho de su tiempo a discusiones culturales (aunque claro muchas aparentaban más de lo que realmente podían saber realmente sobre el tema); discutían acerca de las funciones teatrales, de uno que otro poeta, de alguna noticia saltante...
La mujer en estos años tenía profunda inclinación por la política y la intriga, además disfrutaba de los placeres más intensos. Comentarios de viajeros extranjeros declaraban su asombro por la libertad concedida a las mujeres, muchas de las cuales eran fumadoras empedernidas y 'profundas críticas' de las funciones teatrales. Jugaba, pues, un rol importante la apariencia en terrenos femeninos, así pues una mujer respetable y de buena familia, no podía salir a sus aventuras si no calzaba y vestía prendas de excelente calidad, además de emplear para sus salidas carruajes. La apariencia era una preocupación constante de las mujeres y dedicaban fuertes sumas de dinero en satisfacer estos placeres.
Las visitas a las iglesias eran obligatorias para toda mujer; se confesaban y rezaban arrollidadas sobre un alfombra colocada en el suelo (las más ricas ostentaban las alfombras obviamente de más calidad); obsequios a los sacerdotes y constantes limosnas servían de medios para satisfacer el deseo de mostrarse en sociedad. ¿Podemos creer que las limeñas de esos años eran eternas y abnegadas devotas a la iglesia?
Eran frecuentes los regalos en las visitas; se tenía la costumbre de obsequiar perfumes naturales (misturas de frutas y flores). La fragancia era distinción femenina y debía ser bastante original para elevar a la mujer en el juego de seducción y apariencia.
Los recorridos comunes de las mujeres eran:
Mañana: Calle, baños, iglesias, casa de amigas, casa.
Tarde y noche: Calle, plaza (compras), paseo, teatro, juegos, tertulias.
Debo decir, para finalizar, que la libertad casi total que poseían las mujeres en los primeros años, se fue, con el tiempo, reduciendo; pronto ellas serían madres dedicadas al hogar y al cuidado de los niños, perdiendo así su rol activo en la pequeña sociedad aristocrática limeña de esos años.
Bibliografía empleada:
DEL ÁGUILA, Alicia. Los velos y las pieles. Lima: IEP, 2003.