En esta ocasión presentamos la transcripción de un poema titulado
La miseria. El autor es José Arnaldo Márquez (1832-1909), poeta de la generación romántica del XIX peruano. El poema apareció en ''El Talismán'', un periódico semanal dirigido a las mujeres peruanas, e increíblemente el autor contaba con tan sólo 14 años de edad. Esperamos que sea del agrado de ustedes, nuestros amables lectores.
LA MISERIA
A mi madre
La miseria ¿no es cierto madre mía
Que esta palabra es tenebrosa y triste,
Que destierra del alma la alegría
Y con las sombras del dolor la viste?
La miseria ¡ay de mí! Su nombre espanta
Y todos al oírle se estremecen,
Nunca el poeta en su dolor la canta,
Que al contemplarla sus angustias crecen.
¿No has visto, madre mía, en el Océano
Y en medio del furor de la tormenta
Al náufrago infeliz luchar en vano
Con una muerte prolongada y lenta?
¿Y no has visto a los hombres en la playa
Que abandonan a otro hombre en su agonía,
Sin que uno solo a libertarlo vaya
De los peligros de la mar bravía?
Tal, madre, es la miseria, tal la suerte
Del infeliz a quien su seno oculta;
Do quier le sigue la espantosa muerte,
Do quier un mar de penas lo sepulta.
Y no habrá alguno que salvarlo quiera
Tendiéndole una mano generosa,
Cual los hombres que están en la ribera
Dejan a otro hombre entre la mar furiosa.
El lucha con el hambre y con el frio,
Mira la lluvia penetrar su techo,
Y no halla paz en su rincón sombrío
Sobre las tablas de su tosco lecho.
Y tú, madre; ¿también ves retratada
La imagen de la muerte entre las sombras?
En esa noche lúgubre y helada
Al contemplar tu suerte; ¿no te asombras?
¿No te asombras de verte en la indigencia
En tu morada lóbrega y oscura,
De arrastrar miserable tu existencia,
Y de ver marchitada tu hermosura?
¿Do de tus ojos la radiante lumbre
Y tu mirada dulce y hechicera?
¿Dónde huyó la encantada muchedumbre
Que adoraba tu risa placentera?
Pasó un día, y veloces se alejaron
El placer y la dicha y la hermosura,
Y en cambio ¡oh desventura! Te quedaron
Largos días de duelo y amargura!
Mas yo, yo madre, acallaré tus penas;
Y tornaré en delicias tus pesares,
Tranquila pasaras horas serenas,
Y dormirás al son de mis cantares.
Y volverá tu plácida sonrisa,
Y el placer te dará bellos colores,
Como el aliento de la suave brisa
Torna a la vida las marchitas flores.
Sí, cantaré, madre mía,
Que me oirá el mundo amador,
Como en la selva sombría
Se escucha la melodía
De escondido ruiseñor.
Y en vez de amargos momentos
De tristeza y sinsabor;
Te daré con mis acentos
Delicias por tus tormentos,
Placeres por tu dolor.
Que es madre todo mi anhelo
Entonar dulce canción
Para mitigar tu duelo
Y aplacar con el consuelo
Tu afligido corazón.
Lima, octubre 1 de 1846.
José Arnaldo Márquez.