En tiempos coloniales y durante los primeros años republicanos, Lima era una ciudad donde existían muchos vendedores ambulantes ofreciendo manjares de todo tipo. Estos personajes denominados dulceros tenían una activa participación en la ciudad y como suele ocurrir algunos se establecieron en puestos fijos. Tal es el caso de Casimira Santurio quien el primero de marzo de 1863 solicitó al alcalde de Lima una licencia para colocar una 'habitación portática' en la plazuela de Santo Domingo para vender dulces desde la una de la tarde hasta las diez de la noche.
En el barrio de San Sebastián, existía una famosa dulcera llamada Marcelina, cuarentona, y conocida como zamba frescota, que se ubicaba al costado izquierdo de la iglesia, en el mercado de abastos. Se le veía todos los días a eso de las dos de la tarde en un sillón alto con un enorme y reluciente perol a cada lado y rodeada por personas de toda condición. Marcelina ofrecía diversas mazamorras como las 'de leche' con yemas y vino, la 'morada', la 'de pan de Guatemala' y la 'de cochino'. Tanta era la acogida de los postres que antes de las cuatro de la tarde, Marcelina se quedaba sin nada.
La presencia de estos personajes en Lima fue tal que a modo de ilustración leamos una cita sobre el transcurrir de los dulceros limeños a lo largo del día, que además nos ayudaba a saber la hora pues su llegada a la ciudad era exacta:
''Las mulatas de los conventos pasaban todos los días a las once de la mañana vendiendo ranfañote, cocada, bocado de rey, chancaquita de cancha y de maní y frejoles colados. A la una de la tarde salían la arrocera y el alfajorero. A las dos, la picaronera y el humitero; a las tres, el melcochero y la turronera; a las cuatro, el vendedor de piñita de nuez; a las seis, el galletero; finalmente, a las siete de la noche el caramelero y la vendedora de mazamorra.''
Bibliografía empleada:
OLIVAS, Rosario. Los pregones de los vendedores ambulantes en La cocina cotidiana y festiva de los limeños en el siglo XIX. Lima: Universidad de San Martín de Porres. Escuela Profesional de Turimos y Hotelería, 1999, pp 91 - 106.
En el barrio de San Sebastián, existía una famosa dulcera llamada Marcelina, cuarentona, y conocida como zamba frescota, que se ubicaba al costado izquierdo de la iglesia, en el mercado de abastos. Se le veía todos los días a eso de las dos de la tarde en un sillón alto con un enorme y reluciente perol a cada lado y rodeada por personas de toda condición. Marcelina ofrecía diversas mazamorras como las 'de leche' con yemas y vino, la 'morada', la 'de pan de Guatemala' y la 'de cochino'. Tanta era la acogida de los postres que antes de las cuatro de la tarde, Marcelina se quedaba sin nada.
La presencia de estos personajes en Lima fue tal que a modo de ilustración leamos una cita sobre el transcurrir de los dulceros limeños a lo largo del día, que además nos ayudaba a saber la hora pues su llegada a la ciudad era exacta:
''Las mulatas de los conventos pasaban todos los días a las once de la mañana vendiendo ranfañote, cocada, bocado de rey, chancaquita de cancha y de maní y frejoles colados. A la una de la tarde salían la arrocera y el alfajorero. A las dos, la picaronera y el humitero; a las tres, el melcochero y la turronera; a las cuatro, el vendedor de piñita de nuez; a las seis, el galletero; finalmente, a las siete de la noche el caramelero y la vendedora de mazamorra.''
Bibliografía empleada:
OLIVAS, Rosario. Los pregones de los vendedores ambulantes en La cocina cotidiana y festiva de los limeños en el siglo XIX. Lima: Universidad de San Martín de Porres. Escuela Profesional de Turimos y Hotelería, 1999, pp 91 - 106.